Después de la caída del Imperio Romano, en Europa el desarrollo de la viticultura y de la enología corrió a cargo de los monjes cristianos, que pusieron mucho empeño en mejorar todos los sistemas de elaboración de vino, aprovechando para ello los viñedos heredados de los romanos. No es casualidad que las regiones con mayor tradición vinícola en Europa, suelen ser también las que tenían mayor concentración de monasterios y enclaves religiosos. Podemos ver también hoy como muchas bodegas (algunas de ellas muy recientes) recurren a nombres latinos para sus vinos, o rehabilitan o usan comercialmente antiguos edificios, monasterios o abadías, ubicados entre sus viñedos. Ejemplos muy conocidos de la meticulosa labor de selección de vides, clasificación de las mismas y documentación de todo lo concerniente a la elaboración del vino se encuentra en las regiones de Burgoña en Francia o del Mosela alemán. Los monjes anotaban el impacto de la exposición al sol, la cantidad de lluvia, la distancia entre vides o las variedades utilziadas. Vinculaban todos estos factores, posteriormente, a la comprensión de la calidad del vino correspondiente a una vendimia. 

En el caso de España tenemos casos similares. Un buen ejemplo lo encontramos en la cartuja de Scala dei en la región vinícola del Priorat.

Francia, Italia y España son los grandes productores y exportadores de vino desde el Medievo. Para el hombre medieval el vino era un producto de consumo habitual y hasta necesario, ya fuere como aporte calórico, ya fuere como para que su grado alcohólico ayudara a conservar y a eliminar algunas bacterias. El vino era parte de la dieta diaria y también de un ritmo de vida en el que la presencia de la Iglesia estaba muy presente. 

Tenemos que recordar que en la tradición judeo-cristiana el vino es clave. Los seguidores de Moises tenían en el racimo de la uva la primera señal de la Tierra Prometida. Santo tomás de Aquino expuso en el siglo XIII el significado e importancia del vino en la misa: «El Sacramento de la Eucaristía sólo puede llevarse a cabo con vino de la vid, pues ésa es la voluntad de Jesucristo, que eligió el vino cuando ordenó su sacramento…» La expansión y construcción de Iglesias, monasterios llevó de la mano el vino. 

En esta época, en especial en el norte de Europa.  se buscaba estar caliente por fuera  (gracias a la lana) y por dentro gracias al vino. No debe extrañarnos por tanto que vino y lana fueran esenciales en el desarrollo del comerio en Europa.