Es cierto que si el vino está abierto entra en contacto con el oxígeno. El oxígeno no es bueno para el vino. Podéis pensar en lo que le pasa a una manzana al abrirla y al entrar en contacto con el aíre y el oxígeno. Lo mismo ocurre con el vino: se oxida. Esto ocurre más fácilmente a los vinos blancos, pues al tener “menos cuerpo” están menos protegidos que los vinos tintos. Pero les pasa también a los tintos.
Éste tema es la típica cuestión práctica que se aborda en la mayoría de cursos de cata de vinos. Sin necesidad de atender uno, os resumimos aquí algunas recomendaciones. En primer lugar, no recomendaríamos guardar un vino sólo con el corcho. Si hace un poco de calor y dejamos así un vino blanco, es más que probable que al día siguiente se note un gran defecto en el vino. Pero es que, además, no tendría mucho sentido no guardar un vino en el frigorífico que normalmente se consume frío. Así que los vinos blancos, siempre a la nevera una vez abiertos. Es aconsejable sacarles el aíre. Existen sencillos tapones que se acoplan a bombas de extracción de aíre que apenas cuesta unos euros. A mucha gente no le gusta esta técnica, pero sin duda tiene más efecto que no hacer nada. Si sacamos el aíre y guardamos un vino blanco sobrante, es más que posible que lo podamos tener dos o tres días en la nevera y que el vino se conserve perfectamente. El vino habrá evolucionado, es seguro que los aromas más afrutados estén algo menos presentes, pero el vino seguirá estando en perfecto estado.